Para entender las dificultades en los procesos de comunicación, no solo en empresas familiares, sino en cualquier sistema empresarial, debemos pensar que los modelos de identificación infantiles hacia ciertas figuras familiares perduran en el adulto en calidad de síntomas. Rivalidades, hostilidades, celos, envidias, narcisismo, es decir, sentimientos comunes, vividos con cierta intensidad durante la infancia, serán fuente de conflicto durante la edad adulta. El niño que mostró rebeldía hacia la autoridad paterna, mostrará la misma rebeldía hacia la figura de sus superiores. Las competiciones entre hermanos que desembocan en celos o rivalidad durante el periodo infantil, se proyectan entre los socios que fundan o participan de la empresa, es decir, sentimientos comunes, que nos lleva a pensar que todo lo que el hombre aprendió y adquirió en su tierna infancia, lo repite. Cambia el escenario, los personajes, pero los sentimientos, las pasiones, son las mismas. Cerrar los ojos ante la evidencia de la repetición de las actitudes infantiles familiares, en lo laboral, es cerrar la puerta al crecimiento empresarial. Porque lo que entorpece cualquier crecimiento humano, son los sentimientos enquistados. Esto funciona como un nódulo patógeno que desencadena una reacción inflamatoria a su alrededor, de manera que para tratar adecuadamente, primero hay que diagnosticar. La pregunta que nos podemos hacer es la siguiente: ¿ por qué se tarda tanto en intervenir.? Porque espejo e imagen forman una sola cosa y es fácil caer en las redes de la identificación familiar y revivir de nuevo lo vivido- aquello que se amó y se odió alguna vez.-